Sobre la proximidad de sus cuerpos planea ajeno, el
desafecto. Vínculo nimio, ante la pieza clave de un repudio irreversible: la
muerte.
A través de la ventana, desdibujadas por la lluvia, acechan
las luces. Adornando las calles, cumpliendo indiferentes, con el único
propósito de felicitar la Navidad en hechura de guirnalda.
Entretanto, las lágrimas humedecen el rostro del hombre.
Rememora el acto cobarde cuyo desenlace inevitable lo sume en soledad obligada. Por un instante; su corazón se colma con todos sus besos, caricias y sueños
pretéritos. Pero tan sólo el tiempo exacto en el que el segundero de un reloj altera
su posición. Infiriendo en una paz traidora.
Indiferente a la no simple unidad del todo, ella.
Yace junto a quien un día la amó, bajo el yugo de la ignorancia impuesta.
Perdido ya su aliento; malgasta ahora impotente su calor, disperso por la
estancia.
Exhausta por el día álgido, la chimenea, agoniza en su
anhelo de descanso, inactividad y muerte. Siente celos de aquella mujer
acostada en su lecho, despojada de todo calor.
Por fin la última llama se ahoga con él; su mano se
precipita en el vacío, esa que sirvió de detonante; llueven pastillas y rebotan
por la alfombra.
Ahora todos duermen al calor de la chimenea, por siempre y
hasta nunca.
F i n
No hay comentarios:
Publicar un comentario